[ Sancho recupera o seu burro que lhe havia sido roubado vários dias antes. Não há artíficios, não há floreados, nem figuras de estilo pomposas, apenas uma história que nos é contada em tom intimista, como que por um velho amigo que lá estava e que viu tudo. São trechos como este que distinguem as obras imortais daquelas que caem para sempre no esquecimento. ]
Mientras esto pasaba, vieron venir por el camino donde ellos iban a un hombre caballero sobre un jumento y, cuando llegó cerca, les parecía que era gitano. Pero Sancho Panza, que doquiera que vía asnos se le iban los ojos y el alma, apenas hubo visto al hombre, cuando conoció que era Ginés de Pasamonte, y por el hilo del gitano sacó el ovillo de su asno, como era la verdad, pues era el rucio sobre que Pasamonte venía. El cual, por no ser conocido y por vender el asno, se había puesto en traje de gitano, cuya lengua y otras muchas sabia hablar como si fueran naturales suyas.
Viole Sancho y conociole, y apenas le hubo visto y conocido, cuando a grandes voces dijo:
“Ah, ladrón Ginesillo, deja mi prenda, suelta mi vida, no te empaches con mi descanso; deja mi asno, deja mi regalo; huye, puto, auséntate, ladrón, y desampara lo que no es tuyo”.
No fueran menester tantas palabras ni baldones, porque a la primera saltó Ginés y, tomando un trote que parecía carrera, en un punto se ausentó y alejó de todos. Sancho llegó a su rucio, y, abrazándole, le dijo:
“¿Cómo has estado, bien mío, rucio de mis ojos, compañero mío?”
Y, con esto, le besaba y acariciaba, como si fuera persona. El asno callaba y se dejaba besar y acariciar de Sancho, sin responderle palabra alguna. Llegaron todos y diéronle el parabién del hallazgo del rucio, especialmente don Quijote, el cual le dijo que no por eso anulaba la póliza de los tres pollinos. Sancho se lo agradeció.
Miguel de Cervantes Saavedra
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha
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